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Reflexiones cooperativas (Inquietudes y precisiones) (página 2)



Partes: 1, 2

En todo caso es fundamental la discusión y
ésta suele quedar invisible. El resultado final es el
predominio del gigantismo que fomentan los más veteranos.
El problema son las incidencias sobre los menos veteranos de tal
ex abrupto de dimensión y la pérdida de
sabor de una dimensión adecuada.

Conclusivamente, conocer la dimensión adecuada
requiere estudios minuciosos que comparen, en el caso de las
cooperativas, el valor de la orientación empresarial
centrada en el asociado y los costos y beneficios que obtiene. De
hecho, hay evidencia de cómo la supuesta
integración cooperativa para generar `escala´ de
unidades más sólidas y rentables se traducen en la
práctica en la escisión injustificada y la
desaparición de las entidades más pequeñas
bajo el argumento de la eficiencia si que, a pesar de todo esto,
se garantice la supervivencia de grandes y mentadas
cooperativas desaparecidas o, por desaparecer como
tales.

"La Sociedad
Civil del TRICENTENARIO"

"No soplan buenos vientos para
quienes

no saben donde van ni adonde les
llevan"

Séneca.

Algo queda claro en vísperas del tricentenario
patrio: el desarrollo humano y económico, la equidad, la
ecología y la propia democracia en cuanto tal no
podrán afianzarse sin incentivar, desincentivando,
prescindiendo o subestimando a la Sociedad Civil.

El aumento sistémico de las desigualdades entre
grupos sociales, es decir, el aumento masivo de la pobreza
relativa, no solo tiende a erosionar la cohesión social y,
de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene
también un impacto negativo en el plano económico
por el progresivo desgaste del `capital social´, es decir,
del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de
las normas, que son indispensables en toda convivencia
civil.

Para esperar logros significativos de
satisfacción y bienestar ecuánimes, relativamente
compartidos, resulta indispensable una vigorosa sociedad civil
que revalide el ejercicio de la ciudadanía mediante una
participación activa, creativa, cohesionada y constante en
las decisiones publicas que atañen y conciernen a la
seguridad alimentaria, a la salud, al medio ambiente, a la
vivienda, al empleo, a la educación universal, a dignos
salarios, a la seguridad personal, social, jurídica e
institucional como, igualmente, en aquella correspondiente a la
responsabilidad social privada.

Lamentablemente no obstante ponderables esfuerzos e
inquietudes aislados, hemos de admitir que la realidad no
acredita la presencia de una sociedad civil sólida y en
red, generadora de un capital humano notoriamente influyente en
términos sociales, económicos y políticos
como, asimismo, que cualquier embrión civil asociativo es
rápidamente cooptado o capturado política o
económicamente.

Esto mismo nos propone un detenimiento mayor en el
enfoque de la "gobernanza" como metodología que finca su
alcance, sentido y relevancia en nuevos esquemas de
participación, singularmente, en el protagonismo real,
comunicativo y reivindicatorio de las auténticas
organizaciones de la sociedad civil pero no, en meros arrebatos
espasmódicos fácilmente disolventes.

Claramente, por encima de cualquier ideario
político, sindical, mediático o corporativo
está nuestra Carta Magna con su preámbulo que
resume y centrífuga toda supremacía en cuanto
tal.

Después de doscientos años, toda
servidumbre, esclavitud, corrupción, burocracia y abusos,
deberán caer ante una reedición de una nueva
sociedad civil, acicateada por evitables adversidades y como por
un acostumbramiento colectivo civil a vivir cada día un
poquito peor por cuenta y orden de la reproducción de
fracasos políticos con sus pésimas derivaciones
para cada ciudadano.

Por eso mismo cualquier `cacerolazo´ de
protesta o legitimo reclamo, más que sonoro debe ser
sostenido puesto que, hace más ruido el cuestionamiento
simbólico organizado civilmente que bramidos pasajeros
siempre atrapados por el puerto de la indiferencia como en su
momento los pre y post `que se vayan
todos´.

La piedra angular que es la sociedad civil
determinará finalmente su `ser o no ser´ porque, si
usted no participa, otro cualquiera seguirá decidiendo por
usted cosas importantes frecuente y recurrentemente de la manera
peor, con consecuencia irreparables.

Ahora bien, resulta comprensible un retardatario y
aletargante rol de nuestra sociedad civil cuando ella espera
ejemplos de nuestros carísimos -y ausentes- gestores y
legisladores primeros de la cosa pública y sólo
recibe escándalos de corruptelas, transfuguismos y
apartamientos de las propuestas y discursos preelectorales, del
federalismo como del mismísimo presupuesto nacional,
provincial o municipal, todos extraños y ajenos por cierto
a nuestro poder delegado, ridiculizando y desviando
oprobiosamente el verdadero sentido y justificación de
nuestros compromisos cívicos tanto como el pago de
nuestros tributos.

En efecto, tributos cada vez más injustos y
defraudatorios de todo contrato social nacional, provincial y
municipal al cobrarnos cada día impuestos y servicios
más caros eludiendo o evadiendo flagrantemente la
contraprestación de servicios públicos vitales-
esenciales como la estricta ejecución del presupuesto
correspondiente institucionalizado anualmente mediante la
correspondiente ley u ordenanza.

Por su parte la Justicia deberá contribuir
para afianzar la sociedad civil redistribuyendo herencias
históricas, clausurando desencuentros; asegurando el
cumplimiento y atención de los derechos y garantías
constitucionales como una palpable y noble igualdad de trato,
oportunidades y posibilidades humanamente básicas, para
inaugurar como Comunidad Nacional un Tricentenario que sea icono
y bisagra entre lo débil y lo fuerte, lo negativo y lo
positivo, lo viejo y lo nuevo para todos, precisamente por el
clivaje en la resiliencia de una sacudida y más despierta
Sociedad Civil como emergente y clave para una afianzada cultura
de la dignidad del esfuerzo, del trabajo y de la
satisfacción.

Este logro implicará afrontar la carga del
tiempo histórico y los desafíos del nuevo
centenario con esperanza, solidaridad, entusiasmo y más
humanismo mediante el surgimiento de una vigorosa sociedad civil
para salirnos de cierto estado de amodorramiento y
`neutralidad´ e impulsar mancomunada y fraternalmente una
gran `ofensiva´ para recuperar la cultura de la
satisfacción en plenitud.

Así, finalmente y, en la medida que vayamos
consiguiendo de los civiles un papel mejor ponderado de los
poderes públicos cuanto de la responsabilidad y
solidaridad social privada, es previsible que se fortalezcan las
nuevas formas de participación en la política
nacional de las cuales la mejor tiene lugar a través de la
actuación de las organizaciones de la sociedad civil y, en
este sentido, es de desear que haya mayor atención,
complementación y participación en la `res
pública´ por parte de cada civil-habitante-ciudadano
pero ahora en calidad y condición de esencial protagonista
de su patria, de su nación y de su
republica.

Cooperativas:
Asamblea de Delegados

Todos en tanto personas capaces y aún los menores
de edad (Art. 17 y cc. Decr.ley, nº 20.337) pueden ser
elegido delegado por parte de los asociados de una cooperativa
(cuando esta supere el número de cinco mil (Art. 50 y cc.
Decr.-ley nº 20.337) para ejercer una función
insoslayable: representarlos apropiada y pertinentemente ante
cada Asamblea cooperativa en calidad de Delegados.

Aspectos comunes a los asociados cooperativos en
todo el mundo.

En principio, cada asociado cooperativo posee derechos
pero también los deberes le son inherentes como anverso y
reverso de la misma moneda cooperativa.

En efecto, no se trata sólo de usar y disfrutar
servicios y beneficios cooperativos. Se trata de participar
activa y proactivamente en la vida cooperativa aún cuando
esto implique sobre todo en pequeños pueblos, ciudades o
comunidades rurales aún, muchas veces una insidiosa
necesidad de tener que relacionarme con los vecinos.

Lo mismo pasa con muchos asociados que una vez
`tales´ piensan que pueden gozar de una `panacea´
creada únicamente para brindar bienestar
cuasi-benéfico y libre de todo riesgo.

Con el tiempo los asociados comienzan a darse cuenta de
que tal condición no es ser cotitular de patrimonio
inmóvil, sino muy por el contrario un activo bastante
circulante que de no potenciarlo se nos podría convertir
en un pasivo antipático.

Tener un activo circulante implica responsabilidad. Para
los asociados, como activo, requiere que los mismos estén
atentos a su evolución. Toda propiedad no es
estática. Se revaloriza o pierde valor. Y la diferencia
entre una y otra radica en la capacidad de los asociados de
responsabilizarse frente a ello.

Ahora bien dicha responsabilidad se irá
adquiriendo gradual y progresivamente, participando,
capacitándose y observado el ejemplo de asociados pioneros
y fundadores, principalmente.

En efecto, la responsabilidad cooperativa en sus
comienzos es contraria a los deseos de poseer un bien de
beneficencia pero, cuando cada asociado se involucra cabalmente
verifica que tanto la participación y la
cooperación se transforman en una especie de `placeres
inexplicables´ donde es posible aglutinar beneficios,
calidad de vida y magnanimidad.

Resumiendo, si los asociados no se deciden por
participar con ímpetu en el fortalecimiento de su
organización solidaria pondrán en juego su propio
bienestar actual y futuro, inevitable y fatalmente.

Cada asociado cooperativo, cada delegado de los mismos
tiene el reto de incrementar y acentuar su entusiasmo inicial
generando criterios para orientar a la organización y no
olvidando que lo que está en juego es la posibilidad de
seguir fortaleciendo a la empresa cooperativa de servicios,
mediante solidaridades, o hacerla caer en la letanía de
entidades donde el egoísmo y la satisfacción
individual de intereses en los hechos `no comunes´, les
confiere una dinámica lenta, aburrida y cada vez
más negativa y declinante.

Nuestros deberes:

Participar de la dinámica de nuestras empresas
cooperativas requiere competencias directas o indirectas
profesionalizando la gestión de las mismas. No basta con
querer sino que también es necesario tener elementos con
los cuales las decisiones no sean dejadas al azar o a nuestro
"buen parecer".

Recuerdo que en la década de los setenta se
afirmaba que quien tenía la información
tenía el poder. Esa premisa fue drásticamente
desmentida por el avance de las tecnologías de
información que nos hicieron afirmar, en los noventa, que
quien tiene el conocimiento tiene el poder. Hoy, esta premisa es
abiertamente puesta en duda por notables investigadores que nos
demuestran que si el poder lo ha de tener alguien, es aquel que
tiene sabiduría.

De forma que las competencias prioritariamente
necesarias para administrar el momento más importante de
la democracia asociativa: la Asamblea tienen que ver con las
propias de un sabio.

A estas alturas se preguntarán: ¿y
cómo podemos hacernos sabios para dar lo mejor de nosotros
en la Asamblea?

Parte de la respuesta la tiene el seguimiento de las
premisas anteriores.

Primero estando informado. Informado sobre las Leyes,
las prácticas y la doctrina del cooperativismo autentico,
educándose, y capacitándose cooperativa y
constantemente. Luego, sobre la dinámica de nuestra
organización, sus especificidades, la de nuestros
asociados, los vínculos con terceros y las relaciones con
la comunidad.

En segundo lugar conociendo, lo que requiere una
racionalización analizada de toda la información
anterior.

Tercero, aplicando nuestra inteligencia a aprender de
nuestras experiencias, de otras y haciendo discernimiento de las
mismas en un contexto donde la ética orienta ciencia,
técnica, actuaciones y todo atinada e
inclusivamente.

Y por último, lo más importante es
aplicando el sentido común. Y es que solemos considerar
que todos nuestros actos y decisiones están llenos de
racionalidad como si fuésemos poseedores de una verdad
venida a nosotros casi como desde `las alturas´ y no es
así; diariamente nuestra computadora mental es más
lenta, absurda e inconsciente de lo que pensamos. Ante tal
desproporción de racionalidad, conviene conocer nuestras
respuestas ante distintas motivaciones. De hecho, muchas de
nuestras decisiones e ideas de relaciones y operaciones
cooperativas viejas y nuevas, desbordan de pasiones, intereses y
deseos irreconciliables con el bien común asociativo, sin
perjuicio del debido interés por la comunidad que circunda
a cada cooperativa.

Tenerlo presente es la primera clave para no incurrir en
ellos y para desmembrar a nuestra mente de la irracionalidad
propia que nos embarga como condición humana. ¡La
más humana de todas!

Dirán que no hay tiempo para informarse, conocer,
ser sabio y a la vez quitarnos de encima a la bestia que llevamos
por dentro. Y que quizá alcanzar la sabiduría en
materia cooperativa sea más cercano a una utopía
que a su posible cumplimiento.

Aspectos centrales:

Existen una serie de elementos que considero centrales
para el fomento de una sabia participación en una
Asamblea. La lista incluye elementos poco convencionales en el
marco jurídico regularmente expuesto para el tema y que
tienen que ver más con el sentido común que con la
práctica difundida de la preparación de
Asambleas.

Como vimos en el apartado anterior más vale
conocer para participar, que desconocer. En efecto el tipo de
Asambleas que se práctica en nuestras Cooperativas para
instancias de delegación se establecen votaciones previas.
De manera que a la tarea de participar para tomar decisiones,
debemos adicionar la responsabilidad que se nos confiere por ser
delegados de asociados con necesidades, intereses y anhelos
cooperativos.

La condición de Delegados hace referencia a que
se representan grupos de necesidades, intereses o anhelos y,
antes de nuestra elección se procura una
pre-selección atendiendo a la condición de ser
asociados inhábiles o hábiles para el ejercicio
democrático.

Claro está que sabemos que la condición de
ser hábil se refiere casi exclusivamente al cumplimiento
económico de las obligaciones con la Cooperativa y alguna
antigüedad mínima en la condición de asociado
a la misma. Este concepto de habilidad es incompleto. La
habilidad tiene que ver más con condiciones para poder
ejercer, es decir tener capacidades para tomar decisiones y ya
sabemos qué requiere lo anterior
(sabiduría).

Suponiendo que todos tenemos las capacidades para tomar
decisiones y participar, debemos contar con información
previa totalmente analizada. Los estados, balances e informes son
buenos medios para iniciarse en esta labor documental. Los
informes deben estar a su disposición con una
antelación suficiente para que puedan
analizarlos.

Los conflictos y sus espacios para
dirimirlos:

Cuando participamos en una Asamblea solemos creer que
siempre deben existir mayorías y no deben existir
conflictos. Tal supuesto es válido en organizaciones en
las cuáles los delegados han trabajado previamente en la
consecución de consensos plurales y multiculturales e,
incluso, ahí también no estaremos exentos de
conflictos.

En la práctica, los conflictos por ser parte
natural de la relación humana, no es posible evitarlos.
Por el contrario, su presencia denota madurez organizacional en
tanto, sabiendo de su existencia, se fomentan amplias
deliberaciones con varias posturas. Su inexistencia denota o un
consenso ampliamente trabajado o una tendencia a la
manipulación por desconocimiento de sus
participantes.

De forma que un elemento clave para una buena Asamblea
es poder dirimir asuntos, posturas y tendencias diferenciadas
mediante preguntas, cuestionamientos e intervenciones realizadas
con el fin de buscar las mejores opciones ante un determinado
punto del orden del día, evento y consensos basados en la
razón. En todo caso, quienes intervienen lo deben hacer
con plena información, conocimiento y ojalá,
sabiduría.

La democracia
cooperativa

La democracia es parte del ADN cooperativo. Tiene sus
costos y beneficios. Sus costos se asocian a los tiempos
necesarios para alcanzar consensos; sus beneficios a la continua
diferenciación creativa que se logra por la
participación empresarial de sus asociados. Cuando tomamos
decisiones sobre nuevos servicios y actividades conviene recordar
la necesidad de aplicar la democracia en todo lo que hacemos. Si
pensamos democráticamente, difícilmente podremos
aceptar, a primera mano, nuevos programas que no sean posibles ni
basados en las expectativas por satisfacer necesidades que
manifiesten los propios asociados.

Es clave para participar sabiamente, conocer el perfil
de los asociados representados, sus intereses, una
comunicación permanente con los mismos y cómo cada
Cooperativa los satisface. En definitiva las decisiones deben
beneficiar a todos los asociados sin tratos discriminatorios, ni
privilegios indebidos.

El necesario
conocimiento y/o asesoramiento jurídico y
contable[1]

Buena parte de las Asambleas se nutren de pautas legales
(Vg., Leyes 16.583, 23.101, 24.240, 25.246, 26.206, 26.361) y
administrativas (Res. INAES Nros. 519/74, 203/89, 183/92,
5254/09, 221/2010, etc.) Más allá de discutir su
idoneidad es responsabilidad de los Delegados conocer las leyes
que regulan al sector cooperativo y solidario, las
prácticas de la cooperativa, la forma en cómo se
distribuyen los excedentes, se planean nuevas actividades, se
procuran nuevos recursos, se orienta la actividad estatutaria y
se programan estrategias empresariales prospectivas.

Conviene conocer, por ejemplo, que para ciertas
decisiones se requiere la mayoría calificada (Art. 53
D.ley 20.337; 2/3 partes), mientras que, por ejemplo, para
decisiones no referentes a políticas de fusión,
escisión, amortización de aportes, fijación
de aportes y reformas de estatutos, se aplica la mayoría
absoluta. También conviene conocer el sistema de
elección de integrantes del Consejo de
Administración más idóneo basados en
votaciones por lista o de forma uninominal. Finalmente, que es
posible impugnar administrativa y judicialmente (Arts. 100 inc.
9) y 62 del D.ley 20.337 sin perjuicio de la remisión del
articulo 118 del mismo texto de este decreto de facto vetusto y
aun vigente en plena democracia) la Asamblea cuando las
decisiones no se ajustan a Ley, estatutos o exceden el
límite del estatuto; o por el contrario, que es posible
visualizar su eficacia como acuerdo cooperativo siempre y cuando
se cumplan los anteriores requisitos.

Todo lo anterior, es posible mediante un conocimiento
exhaustivo de la normatividad interna de cada Cooperativa,
especialmente de sus estatutos, reglamentos y de la normatividad
externa dada por Leyes, Decretos y demás normatividad
expedida por los organismos competentes.

Compromiso
social

Es común ver como las Asambleas Generales
Cooperativas suelen poner énfasis en la
presentación de estados financieros y dejan como supuesto
el más importante elemento del accionar cooperativo: su
balance social.

Más allá de conocer cuánto genera
cada cooperativa por su accionar, conviene conocer cómo se
redistribuyen esos recursos en la satisfacción de las
necesidades de los asociados. Convendría conocer la
proporción de utilización de servicios, el
beneficio que de ellos se genera y cuál es la
transferencia que la Cooperativa efectúa concreta y
efectivamente a sus asociados.

El planteamiento de estas cuestionas enfoca la Asamblea
en los actos y hechos cooperativos y no sólo en su
representación financiera.

Conclusión
y propuestas

Atendiendo las tendencias demográficas y la
solidarización social imprescindible para una
economía más democrática, mas civil,
más inclusiva y mas humana, sobre todo de caras a un
importante incremento asociativo que han adquirido muchas
cooperativas existentes como la creación de muchas otras
y, con atención y precaución por las cambiantes
condiciones en que ellas desempeñan su rol singular la
asamblea distrital para delegados se propone favorecer, facilitar
y aumentar pragmática y ecuánimemente la
participación asociativa que nos aleje de todo
absentismo.

Los aspectos de la crisis global y sus soluciones,
así como las posibilidades de un nuevo desarrollo humano
(Art. 75 incs. 17, 18, 19 y cc. de la Constitución
Nacional) están cada vez mas interrelacionados con
organizaciones e instituciones civiles cooperativas y su
legitimidad, se implican recíprocamente requiriendo nuevos
esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva
síntesis humanista que clausure el escándalo de
infinitas disparidades hirientes.

La legitimidad que brinden estas Asambleas Cooperativas
de Delegados será la mejor garantía para sostener
fáctica, económica, ecológica y
académicamente la importancia del cooperativismo en el
mundo actual.

La educación cooperativa,
¿irá a la escuela?

El deteriorado desarrollo humano de nuestro tiempo exige
que nadie continúe atrapado por el analfabetismo, el
hambre, la falta de agua potable y saneamiento, la insolidaridad,
la miseria ni las enfermedades endémicas,
básicamente.

Así, es clave despertar, recuperar e incrementar
la solidaridad individual y social desde las tierras más
fértiles de todos los establecimientos educativos, para
que maduren conciencias más solidarias que consideren al
conocimiento, a la alimentación, al agua potable, a la
salud, a las energías, a las comunicaciones, a la
seguridad, entre otros, como concretos derechos universales de
todos los seres humanos, sin distinciones ni
discriminaciones.

Desde el punto de vista económico, eso significa
su participación activa y en condiciones de igualdad;
desde el punto de vista social, su evolución hacia
sociedades solidarias con buen nivel de formación y, desde
el punto de vista político, la consolidación de
regímenes democráticos capaces de asegurar
libertad, equidad, noble igualdad, progreso y paz
social.

Fondos de ley. Respecto de lo concerniente a un
buen nivel de formación solidaria, el artículo 90
de la flamante ley 26.206 de Educación Nacional
estableció que "el Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología promoverá, a través del Consejo
Federal de Educación, la incorporación de los
principios y valores del cooperativismo y del mutualismo en los
procesos de enseñanzaaprendizaje y la capacitación
docente correspondiente, en concordancia con los principios y
valores establecidos en la ley 16.583 y sus reglamentaciones.
Asimismo, se promoverá el cooperativismo y el mutualismo
escolar".

La ley 16.583 ya había establecido la
obligatoriedad de la enseñanza cooperativa y mutual en los
establecimientos educativos de todos los niveles, incluso
universitarios.

Las provincias adhirieron a esa norma,
institucionalizándola mediante leyes específicas,
valorando e impulsando cooperativas escolares y juveniles (primer
trabajo cooperativo joven, entre otras propuestas).

La ley 23.427 y su decreto reglamentario
Nº 1.948 (7 de diciembre de 1987) instrumentaron el Fondo
Federal Coparticipable de Promoción y Educación
Cooperativa. Ese fondo federal recauda desde entonces cifras
tales que, en el caso de algunas provincias,
representarían unos 30 millones de pesos por año.
Ese dinero -salvo destacables excepciones- no fue invertido por
las provincias conforme su altruista afectación
legislativa de origen y habría sido desviado de manera
irregular e ilegal a las rentas y haciendas generales. Este debe
ser el año de inicio concreto del dictado de
Educación, Capacitación y Promoción
Solidarias, preparatorio de la celebración del Año
Mundial de las Cooperativas en 2012, conforme la
declaración de Naciones Unidas (documento A/64/432 de la
ONU), en particular cuando las máximas autoridades
provinciales en la materia han admitido su importancia y
gravitación. La educación, información y
capacitación cooperativas es uno de los principios que,
sumado a los de neutralidad, autonomía e independencia
cooperativas, serán claves entre nosotros cuando, a partir
de marzo próximo -según anuncios oficiales-, se
vaya implementando en el ámbito federal el programa
nacional "Argentina trabaja" con comunas y municipios, mediante
cooperativas. En esto, será esencial un celoso control
público cooperativo, como ya hemos podido observar, atento
las discrepancias, las distorsiones, los desencuentros, los
`acampes y aprietes´ de grupos piqueteros nacionales
comprobados en su implementación inicial e, incluso,
impidiendo, denunciando y condenando asociaciones
ilícitas.

También en paritarias. Sin
dudas, la proliferación de auténticas
organizaciones comunitarias como de genuinos movimientos
cooperativistas serán del mayor favor, alivio y
promoción, sobre todo en sectores populares vulnerables
y/o geográficamente postergados por el Estado y el
mercado. Hablamos y proponemos una solidaridad social comprendida
como freno y contrafuego al desarrollo de fuerzas
científicas y técnicas sin ética, a
egoístas interrelaciones planetarias, a los efectos
perniciosos sobre la economía real de una actividad
financiera mal utilizada, apabullante e insaciable, a los
imponentes flujos migratorios frecuentemente provocados y
después no gestionados ni acompañados de manera
adecuada, a la explotación sin reglas de los recursos de
la tierra hipotecando en forma peligrosa todo el
ambiente.

Ganemos la esperanza de que los preceptos legales
educativos aludidos y vigentes de nuestras mejores
prácticas cooperativas ya no volverán a
empantanarse en meras buenas intenciones, omisiones e
ineficiencias; que las nuevas paritarias docentes
incluirán también este núcleo
temático como de la mayor importancia y excelencia; que ya
no habrá más vetos presupuestarios,
políticos, sectoriales ni individualistas para impedir que
la educación cooperativa vaya y penetre transversalmente a
la escuela, a las cooperativas-mutuales y a la sociedad civil
toda, concientizándonos de las bondades y beneficios de la
solidaridad y rescatando a la comunidad nacional de un estado
colectivo de amodorramiento.

De tal forma, que la cooperación logre alcanzar y
superar finalmente los objetivos solidarios elementales para toda
vida y relación humana en cuanto tal traduciéndose
en una convivencia solidaria en la que ya nadie deberá ser
neutral ni lavarse las manos en el pantano de la apatía,
la indiferencia e insolidaridades que tanta apatía,
`tantos desganos´, tanto daño, tanto mal y
tantas postergaciones han provocado a la argentinidad.

 

 

Autor:

Roberto Fermin Bertossi

Docente e investigador universitario de Cooperativismo,
UNC

[1]

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